Del no muerto suceso que el inmune Don Quijote tuvo en la espantable y jamás resucitada aventura de los molinos de viento.
Apresurados continuaban su viaje cuando, no más allá del horizonte, se
perfilaron las siluetas de treinta o cuarenta molinos de viento. Tan pronto
como sus formas cruzaron la mirada del caballero de la oxidada armadura, este
le dijo a su fiel escudero: “nuestra suerte está más viva que nunca y nos
depara retos inexplorados para los hombres piadosos; pues en la inmensidad del
horizonte ya se empiezan a distinguir las sombras de los no muertos, amigo
Sancho Panza; de los caballeros caídos en desgracia y en combate, a quienes
debo abatir por segunda vez en nombre de Dios para que su podredumbre no manche
nunca tierra tan sagrada como la nuestra, ni infecte a gente tan noble como la
que sobre nuestros caballos monta”.