sábado, 5 de marzo de 2016

TYRANNUS #1

     El mundo fue devastado. Humo y cenizas, dolor y muerte fue lo único que quedó.

     La insaciable ambición del ser humano le llevó a crear lo monstruos que antaño azotaban la tierra con terror, los dinosaurios. Creyéndose más listos que la propia naturaleza explotaron los recursos de unos seres a los que ni siquiera lograban comprender, y ese fue su último error.

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Tierra, 6 meses después del fin de la Rebelión de los Saurios


     Tras el fin de la guerra contra nuestro pasado, los seres humanos que sobrevivieron – en su mayoría soldados – decidieron hacer de sus campamentos, poblados. Trabajando duro, consiguieron hacer pequeños pueblos situados en posiciones estratégicas para la defensa y supervivencia de lo que quedaba de la humanidad. 

     Al sureste de California, en el Valle de la Muerte uno de estos poblados prosperaba. El antiguo campamento Baptistina se había convertido en un hogar para muchos. Sin embargo, el miedo seguía causando estragos entre los hombres y mujeres del regimiento. Habían recibido la confirmación de que el enemigo había caído, pero después de vivir más de 7 años desconfiando de las sombras, habían olvidado lo que significaba la paz.  

     A 113 millas de allí, Jason y Valery patrullaban uno de los suburbios de la antigua ciudad de Independence. Como era rutinario, disparaban al aire una bengala roja cada 15 minutos para asegurarse de que no dejaban a nadie allí. También era el procedimiento habitual para atraer a los enemigos ya que eran muy sensibles a los impulsos luminosos. Sin embargo, no habían visto a ningún saurio desde hacía 8 meses, y no tenían la intención de volver a encontrarse con ninguno.

     Llegando al final de Jackson Street volvieron a encender otra bengala. Esta vez, hubo un ruido de platos rotos en un Outback Steakhouse que tenían al lado. Pensando que sería un posible superviviente decidieron echar un vistazo pero justo antes de entrar, ambos notaron que alguien les observaba. Giraron simultáneamente la cabeza hacia el final de la calle y lo vieron. Un espléndido y terrorífico espécimen de Tyrannosaurus rex.

     Instintivamente, ambos soldados salieron corriendo en la dirección contraria. Si eran lo suficientemente rápidos y lograban llegar al Jeep que tenían al final de la calle, podrían volver al campamento, alertar a sus amigos y, sobre todo, estar a salvo.

     Corrieron cuanto pudieron y cuando se giraron para ver a su perseguidor, este había desaparecido. Sin parar a preguntar el paradero del dinosaurio, continuaron corriendo hasta que vieron a lo lejos el transporte que prometía salvarles la vida. De pronto, una figura enorme se interpuso en su camino. El T-Rex les había adelantado y ahora estaba justo frente a ellos. Valery y Jason solo tuvieron un momento para mirarse y saber que ya no podían huir, así que siguieron corriendo con la esperanza de esquivar los ataques del dinosaurio.

     Jason logró llegar al Jeep, pero cuando se volvió para buscar a su compañera comprobó que el Tyranosaurio la había capturado en sus pequeñas pero afiladas garras. Valery forcejeaba, pero el dinosaurio rugió y la dejó inconsciente. Aquel no fue un rugido normal, el dinosaurio tenía alguna especie de poder en su aliento que hizo a Valery perder el conocimiento.

     Jason no perdió ni un segundo más. Arrancó el coche y se alejó lo más rápido de allí mientras por el espejo retrovisor veía como una mujer desconocida se acercaba al saurio y este dejaba a Valery en el suelo. La mujer llevaba un chaleco especial que, tras apretar un botón, soltó una llamarada torcida desde uno de sus hombros dando la impresión de que la mujer tenía un ala de fuego. Este efecto dejó al Rex completamente anonadado y con la expresión de un perro sumiso ante su dueño.

     Jason se concentró en la carretera y dejó atrás aquel terrible lugar. Debía llegar cuanto antes a Baptistina. Debía avisar a sus compañeros de que estaban en peligro. Debían prepararse para otra guerra, otra guerra entre los hombres y su ambición de poder. 

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