El mundo fue devastado. Humo y cenizas, dolor y muerte fue lo único que
quedó.
La insaciable ambición del ser humano le llevó a crear lo monstruos que
antaño azotaban la tierra con terror, los dinosaurios. Creyéndose más listos
que la propia naturaleza explotaron los recursos de unos seres a los que ni
siquiera lograban comprender, y ese fue su último error.
2405
Tierra, 6 meses después del fin de
la Rebelión de los Saurios
Tras el fin de la guerra contra nuestro pasado, los seres humanos que
sobrevivieron – en su mayoría soldados – decidieron hacer de sus campamentos,
poblados. Trabajando duro, consiguieron hacer pequeños pueblos situados en
posiciones estratégicas para la defensa y supervivencia de lo que quedaba de la
humanidad.
Al sureste de California, en el Valle de la Muerte uno de estos poblados
prosperaba. El antiguo campamento Baptistina se había convertido en un hogar
para muchos. Sin embargo, el miedo seguía causando estragos entre los hombres y
mujeres del regimiento. Habían recibido la confirmación de que el enemigo había
caído, pero después de vivir más de 7 años desconfiando de las sombras, habían
olvidado lo que significaba la paz.
A 113 millas de allí, Jason y Valery patrullaban uno de los suburbios de la
antigua ciudad de Independence. Como era rutinario, disparaban al aire una
bengala roja cada 15 minutos para asegurarse de que no dejaban a nadie allí.
También era el procedimiento habitual para atraer a los enemigos ya que eran
muy sensibles a los impulsos luminosos. Sin embargo, no habían visto a ningún
saurio desde hacía 8 meses, y no tenían la intención de volver a encontrarse
con ninguno.
Llegando al final de Jackson Street volvieron a encender otra bengala. Esta
vez, hubo un ruido de platos rotos en un Outback Steakhouse que tenían al lado.
Pensando que sería un posible superviviente decidieron echar un vistazo pero
justo antes de entrar, ambos notaron que alguien les observaba. Giraron
simultáneamente la cabeza hacia el final de la calle y lo vieron. Un espléndido
y terrorífico espécimen de Tyrannosaurus
rex.
Instintivamente, ambos soldados salieron corriendo en la dirección
contraria. Si eran lo suficientemente rápidos y lograban llegar al Jeep que
tenían al final de la calle, podrían volver al campamento, alertar a sus amigos
y, sobre todo, estar a salvo.
Corrieron cuanto pudieron y cuando se giraron para ver a su perseguidor,
este había desaparecido. Sin parar a preguntar el paradero del dinosaurio, continuaron
corriendo hasta que vieron a lo lejos el transporte que prometía salvarles la
vida. De pronto, una figura enorme se interpuso en su camino. El T-Rex les
había adelantado y ahora estaba justo frente a ellos. Valery y Jason solo
tuvieron un momento para mirarse y saber que ya no podían huir, así que
siguieron corriendo con la esperanza de esquivar los ataques del dinosaurio.
Jason logró llegar al Jeep, pero cuando se volvió para buscar a su
compañera comprobó que el Tyranosaurio la había capturado en sus pequeñas pero
afiladas garras. Valery forcejeaba, pero el dinosaurio rugió y la dejó inconsciente. Aquel no fue un rugido normal, el dinosaurio tenía alguna especie
de poder en su aliento que hizo a Valery perder el conocimiento.
Jason no perdió ni un segundo más. Arrancó el coche y se alejó lo más
rápido de allí mientras por el espejo retrovisor veía como una mujer
desconocida se acercaba al saurio y este dejaba a Valery en el suelo. La mujer
llevaba un chaleco especial que, tras apretar un botón, soltó una llamarada
torcida desde uno de sus hombros dando la impresión de que la mujer tenía un
ala de fuego. Este efecto dejó al Rex completamente anonadado y con la
expresión de un perro sumiso ante su dueño.
Jason se concentró en la carretera y dejó atrás aquel terrible lugar. Debía
llegar cuanto antes a Baptistina. Debía avisar a sus compañeros de que estaban
en peligro. Debían prepararse para otra guerra, otra guerra entre los hombres y
su ambición de poder.
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